Amanece sobre el Peñón de
Alhucemas el día seis de junio de 1841. El pueblo está tranquilo y al poco se
escucha el mar chocando contra las rocas y el toque de diana, tras el cual
comienza una nueva jornada para los soldados de la primera compañía del segundo
batallón del regimiento de infantería Ceuta 19 de línea que dan guarnición a
ese trozo de España en el norte de África.
Todo transcurre con normalidad, cada uno realiza los trabajos que tenga
encomendado, los soldados en su quehacer y los civiles en el suyo mientras el
sol se va alzando en el cielo. Todo tranquilo pues.
Pero tras el toque de generala se
desató el caos y la barbarie campó a sus anchas por el Peñón.
Efectivamente, la locura pareció haberse adueñado de las voluntades de
un número de soldados acaudillados por el soldado de la compañía de veteranos
Nicolás Perea, quienes de pronto se abalanzaron contra los demás, matando a los
sargentos Andrés Sevillano y Cristóbal Sevilla.
Ante el alboroto, el comandante de la plaza, José Deudemet (1) salió
precipitadamente de su estancia acudiendo al lugar de los hechos, siendo de
inmediato atacado por los sublevados y muerto por ellos. En la refriega,
también resultó herido el ayudante de la plaza Luis Alcalá, que al final
falleció. El resto de los fueron amenazados también, pero no sufrieron daños,
aunque los sargentos Donato Quintana y Cristóbal López debieron huir para
salvar sus vidas.
Tras esto, los amotinados, en su locura, entraron en las oficinas
civiles y militares y robaron todo cuanto pudieron, tras lo cual se lanzaron a
las calles del pueblo asaltando a cuantos civiles encontraron robándoles y
agrediéndoles, incluso dándose varios casos de violación de mujeres.
Al final, al cabo de una semana de terror, algunos, dándose cuenta de lo
realizado, frenaron a sus compañeros y para intentar salvarse de las más que
previsibles consecuencias, detuvieron a algunos y taras un simulacro de juicio
fusilaron a cinco de sus compañeros, aunque eso no les bastó para comprar el
perdón, pues amenazaron con entregar la plaza a los moros y asesinar a los
civiles si el gobernador no conseguía que se les indultase. Pero eso no iba a
servir de nada, no, la justicia iba a caer sobre ellos.
Hay que hacer notar que los soldados llevaban un mes en la plaza, que
habían cobrado sus sueldos y que había raciones de sobra.
Informado el Gobierno de estos trágicos sucesos, envío un relevo formado
por dos compañías de un batallón de marina con la falsa noticia de que el Gobierno,
enterado de sus peticiones, accedía a lo demandado y los indultaba, aunque
sería distribuidos entre otras plazas.
Nada más desembarcar, procedieron a la detención de siete de los
amotinados, siendo los demás detenidos poco a poco, pues los restantes
continuaban armados, lo mismo que los soldados que no se habían sumado al
motín.
Al final, convencidos de que las dos compañías eran el relevo,
accedieron a embarcar el siguiente día doce en varios guardacostas, los cuales
pusieron rumbo a Málaga, ciudad a la que llegaron dos días después, siendo
separados los cabecillas del resto.
En Málaga, se formó un Consejo de Guerra en que se decidió que seis
fueran fusilados en Alhucemas, veinte entre Melilla y el Peñón de Vélez de la
Gomera y diez en Málaga, siendo estos fusilados de espaldas a las cinco de la
mañana en la playa de la Caleta, a oriente de la ciudad.
Sobre los motivos para este
amotinamiento, el periódico El Corresponsal informa que
“…El motivo que alegaron para tan infame proceder fue, según dicen,
la escasez o mala calidad de los ranchos; pero nosotros sabemos, a no dudar,
que nada les ha faltado, pues tenían víveres suficientes y estaban pagados por
fin del mes actual”.
Así mismo, el periódico El Faro de Ceuta se dice que
“…según informó el 29 de junio de 1841 el periódico El Nacional (2)
en dicha compañía del Regimiento Fijo militaban muchos componentes de los
disueltos cuerpos carlistas que participaron en la primera de las guerras
civiles entre estos y los isabelinos. No resulta descabellada la hipótesis de
que algunos de los que se levantaron contra el gobernador de Alhucemas, lo
hicieran teniendo como referente sus ideales de Dios, Patria y Rey, y quisieran
aprovechar el momento para iniciar desde allí un nuevo conflicto civil, como lo
hicieron en el 1838. En este sentido “El Nacional” decía, en referencia al
levantamiento del Fijo, que se trataba de “una sublevación militar como si
dijéramos un pronunciamiento glorioso en miniatura.”
(1) No he
encontrado ninguna información sobre este comandante
(2) Probablemente se refiera al
periódico de ese nombre que se editaba en Cádiz. No está ni en la Hemeroteca
Nacional ni en la Virtual de Prensa Histórica.
Otra de las disposiciones del Consejo de Guerra, fue que esa compañía
desapareciera del regimiento.
Los nombres de los ajusticiados en Málaga son:
Francisco Martínez Rodríguez
Jerónimo Arjona Romero
Antonio García Valero
Cristóbal Ferrer Sotre
Lorenzo Alcocer García
Ulpiano Castro Costera
Pedro Arquera García
Miguel Ramón Ríos
Manuel de la Casa Martínez
Juan Antonio Sánchez.
Por lo que a los asesinados se refiere, tenemos:
- José María Deudemet,
comandante, casado con María Morera y
cuyo cuerpo debió ser arrojado al mar pues aparece como insepulto en el libro
de defunciones de la parroquia de Alhucemas, aunque también pudo haber sido trasladado
a la Península. Curiosamente, no hay mucha información sobre este militar en
internet.
- Sargentos Cristóbal Sevilla y
Andrés Sevillano, quienes o bien eran de Sevilla o era un apodo por el que se
les conocía. Tampoco fueron enterrados en el cementerio de Alhucemas
- Ayudante Luis Alcalá, casado
con Teresa Parodi, quien fallecería de las heridas recibidas el día siguiente
día diez del mismo mes de junio y fue enterrado en el camposanto del Peñón.
No he encontrado información sobre asesinados civiles, si es que los hubo.
Soldado Español
Málaga - 2024
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