Génesis del regimiento Atacama.
Parece ser que Guillermo Matta, Intendente
de Atacama en la época de la guerra del Pacífico, fue quién ofreció al entonces
ministro de la Guerra, el general Basilio Urrutia Vásquez, la organización de
un batallón que fuera a la campaña llevando el nombre de aquella provincia.
La idea no fue bien acogida en un primer
momento, pero las circunstancias aconsejaron que a principios del mes de marzo
de 1879 el propio Ministerio de la Guerra daba la orden de organizar un batallón
de cuatro compañías con el nombre de Atacama, confiriendo el mando al teniente
coronel, Juan Martínez Bustos (1827-1881)
El entusiasmo patriótico corrió como la
pólvora todos los centros industriales y comerciales atacameños y en poco
tiempo fueron cubiertas todas las plazas de un batallón de nueva creación que alcanzó
la gloria en los campos de batalla en la llamada Guerra del Pacífico.
La filiación histórica del Atacama, puede
hacerse en los siguientes conceptos (1):
«Hasta
que fue regimiento se compuso de soldados ciudadanos
«Ninguno
de sus miembros, a excepción de su jefe fundador, el teniente coronel don Juan
Martínez Bustos, era militar de profesión.
«Todos
habían sido obreros del progreso nacional, en las diversas esferas de la
actividad moral, material e industrial de la provincia y del país.
«En
sus compactas filas se encontraban, al par que los valientes mineros de las
serranías, que los perseverantes labradores de sus feraces campos, que los
activos obreros de los talleres industriales de sus poblaciones mercantiles,
que los distinguidos descendientes de su sociabilidad; ingenieros,
comerciantes, artistas, periodistas, industriales, estudiantes, propietarios,
etc.
«La democracia nacional estuvo representa
la en esa falange denodada que se caracterizó por su pujanza indomable en las
batallas mas rudas y difíciles que dio el Ejército de Chile.
«Desde
capitán a paje, esos guerreros de la patria eran soldados de las lides del
derecho y del trabajo, nacidos y formados en el seno de un pueblo consagrado a
todas horas al enriquecimiento del país.
Estos son algunos de los párrafos extraídos de
la obra de Pablo Figueroa Atacama en la Guerra del Pacífico para dar
noticia de la clase de que formaron el regimiento de Atacama.
A continuación, copio las patriotas
palabras, pronunciadas por el comandante del batallón Martínez Bustos en el acto
de la bendición del estandarte del Regimiento:
«El
estandarte -decía a sus soldados- que en este solemne acto se os entrega,
simboliza y representa el honor de Chile, y sobre todo, el honor de la noble
provincia de Atacama que nos ha enviado.
«Espero
que moriremos todos antes que permitir que esta enseña sagrada caiga en manos
de los enemigos y la profane.
«Ayudado
por vosotros juro defender con mi sangre y la vuestra este pedazo de nuestro
querido tricolor.
Añadir que si bien en
un primer momento carecieron los soldados de uniforme, pronto se les facilitó,
siendo este de color negro, por lo cual recibieron el popular nombre de los
curitas, por su semejanza con las vestiduras de los sacerdotes, de los
curas.
Filomena
Valenzuela Goyenechea. Algunos datos.
Por lo que a la persona
objeto de esta breve biografía se refiere, decir que nació en 1848, en la
ciudad de Copiapó, región de Atacama, norte de Chile, hija de Juan Bautista
Valenzuela Cifuentes, natural de Santiago de Chile, y de doña Ramona Goyenechea
Julio, natural de la propia Copiapó.
Parece ser que era una familia, aparte de
con muy buena posición económico-social, con una marcada inclinación a las
artes: música, teatro, …, lo cual podemos ver en nuestra heroína, quien ya desde
su infancia demostró ser poseedora de especiales aptitudes para el arte
dramático, al igual que sus hermanas, junto a las cuales representaban en los
teatros de la provincia de Atacama dramas y comedias, bien de índole patriótica,
bien de índole sentimental y, en la mayoría de los casos, con fines benéficos y
humanitarios: auxilio de hospitales, creación de nuevos colegios, …
Era
ya finales de marzo de 1879, cuando la guerra estaba a punto de declararse
(5-abril-1879) llegó a Caldera nuestra Filomena, cuando la organización del batallón
de Atacama estaba organizándose, dirigiendo sus pasos al cuartel donde se hallaban
su hermano Juan, que militaba en el batallón con el empleo de teniente, y su
cuñado Jorge Cotton Willians, empleado de la Aduana de ese punto, quien
falleció el veintisiete de noviembre de ese 1879 en la Batalla de Tarapacá.
La presencia de Filomena Valenzuela
Goyenechea en esta guerra y sus acciones, se puede resumir de la siguiente
forma:
Primera parte: Asalto
de Pisagua, Combate de los Ángeles y Batalla de Tacna
Una vez organizado el Batallón de Atacama,
recibió la orden gubernamental de dirigirse a Antofagasta al mando del ya
mencionado teniente coronel Juan Martínez Bustos, uniéndose a este en clase de
voluntaria Filomena, con licencia del intendente de Copiapó.
Marchando sin novedades dignas de mención,
tuvo por fin el batallón de Atacama su bautismo de fuego: tras el desembarco
del batallón junto a otras unidades, se lanzaron al ataque, subiendo hasta la cumbre
de Hospicio, donde tras varias horas de combate lograron tomar el puerto de
Pisagua, desalojando al enemigo y poniéndolo en fuga. Esta victoria le costó al
batallón setenta y cinco bajas.
En esta acción, tuvo el batallón el honor de
plantar la bandera chilena en las posiciones ocupadas al enemigo y tras esto,
regresó Filomena a Copiapó acompañando a los heridos suministrándoles el
auxilio médico y moral que necesitaban y una vez verificada la mejoría de la
mayoría de los soldados, volvió a Pisagua a seguir los pasos del batallón, que
había partido en dirección a Ilo, para unirse a la segunda división del
ejército expedicionario.
Una vez unida al batallón, partió junto con
él a Moquegua, donde se enfrentaron a los enemigos en un desfiladero granítico
llamado Cuesta de los Ángeles, logrando ascender y atrincherarse en sus alturas
y continuar su ascensión por las escarpadas laderas de los cerros de los Ángeles
y Estuquiña, flanqueando la posición peruana, sorprendiéndolas y derrotándolas.
El combate, como se puede imaginar, fue
violento, con bajas por ambos lados, siendo las de los atacameños atendidas por
personas como Filomena, quien no solo atendía a los heridos, sino que también
acudía a llevar agua a los soldados en sus puestos de combate y daba ánimos a
todos, combatientes y heridos, siendo admirable, según las crónicas, su
entereza, valor y gran ejemplo para todos, siendo elogiada ante todo el
batallón por el propio comandante Martínez Bustos.
Un hecho a tener en cuenta en esta batalla
es el siguiente.
Antes de entrar en acción el batallón, el
teniente coronel Martínez Bustos le hizo entrega del estandarte del mismo, con
la orden de que lo custodiara y aun al precio de su propia vida impidiera que
cayera en manos del enemigo si la suerte les era adversa.
Ante dicha orden, Filomena, tras pensar un
rato como cumplirla, tuvo la idea de cavar un hoyo lo suficientemente profundo
donde enterró el estandarte, justo debajo de donde se calentaba el agua para
atender a los heridos y una vez terminado el combate y a requerimiento del comandante,
lo desenterró y entregó, recibiendo grandes elogios por parte de este.
Tras la acción de los Ángeles, con el
batallón a las Llanas de Tacna, donde las tropas hicieron un alto para reponer
fuerzas antes de emprender la marcha a Tacna, para enfrentarse a las tropas
enemigas peruano-bolivianas que ya los estaban esperando, teniendo lugar el
enfrentamiento el siguiente veintiséis de mayo de 1880.
El batallón fue encuadrado en la segunda
división y enviado a la zona de más peligro del combate, pues debía atacar el
centro del combinado aliado, sufriendo el recio fuego de los soldados peruanos,
llegando incluso un momento en que la situación se volvió crítica para los
chilenos, quienes mantuvieron a duras penas el tipo hasta que llegaron
refuerzos y con esto se reavivó el empuje hasta que los aliados fueron
vencidos, tras lo cual el batallón -con tras unidades- quedó acantonado en
Tacna.
Esta batalla fue considerada como la decisiva
de la campaña y una de las más sangrientas de esa guerra.
Precisamente en Tacna, encontró la muerte su
hermano Juan y la propia Filomena fue herida en el brazo derecho por bala de
fusil, aunque ambos hechos no fueron óbice para que continuara realizando sus
tareas en el batallón, bien curando heridos, bien dando sepultura a los caídos.
Una vez acabado el combate, fue Filomena a
dar parte al comandante del Atacama de la muerte de su hermano y a llevarle,
además, el kepis de un hijo de aquel, ante lo cual le dijo a Filomena
Cantinera consérvelo Ud., que le corresponde
de grado.
Y el general Manuel Jesús Baquedano González,
comandante general de la Caballería, que se hallaba presente, agregó:
Cantinera, a las Ambulancias como
Subteniente.
Y tras escuchar una hermosa la del general
en jefe, quedó pasó con el empleo subteniente a la 3ª compañía del Atacama.
Segunda parte: de Arica
a Pisco, Lurín, Batalla de Chorrillos, Sorpresa de Miraflores y entrada
en Lima
Tras la Batalla de
Tacna y transcurridos unos meses, en noviembre de ese 1880 embarcaron las
tropas chilenas en el puerto de Arica con rumbo al norte de Perú, desembarcando
a pocos kilómetros del puerto de Pisco, en una caleta llamada Paracas, pasando
de inmediato a Pisco, donde descasaron las tropas, tras lo cual continuaron la
marcha hacia Lurín, llegando noticias el once de enero de 1881 de que la plaza
se hallaba muy bien atrincherada y, al parecer, bien defendida.
Así pues, la noche del siguiente día doce
inició el ejército chileno la marcha, no parando hasta el punto señalado, donde
los soldados descansaron hasta que recibieron la orden de formar para el
combate, siendo los individuos del Atacama situados en el centro de la línea
chilena.
A primeras horas de la mañana del día trece,
se inició el combate en el punto conocido como campos del Chorrillo, donde los
chilenos se alzaron con la victoria, tras lo cual los mandos chileno y peruano
intentaron llegar a un armisticio y una tregua, pero esta no tuvo éxito y el
día quince se reanudaron las hostilidades, enfrentándose ambos bandos en los
llamados reductos de Miraflores, donde los chilenos volvieron a derrotar a los
peruanos, aunque con un muy alto coste de bajas, cercano a la mitad del
batallón.
En esta batalla dio Filomena muestras de su
capacidad de actuación, no cesando de atender a los numerosos heridos que le
fueron llegando, no cesando en esta actividad hasta el siguiente día
diecisiete, que entraron las tropas en Lima.
Tras su entrada en Lima, el Atacama es designado para ocupar el puerto de El Callao, donde permaneció durante varios meses, que fue repatriado, embarcando de regreso a Valparaíso y Santiago donde Filomena y sus compañeros fueron recibidos con grandes muestras de júbilo y admiración.
El siguiente primero de abril, el batalló quedó disuelto.
A su regreso a casa con los soldados atacameños
vía marítima, desembarcaron en la localidad de Caldera, donde sus ciudadanos les
dieron una recepción de héroes.
Resumiendo
Filomena Valenzuela prestó unos servicios de
valor incalculable, ya fuera curando heridas o atendiendo a los enfermos de
viruela o de fiebres tercianas que se cebaron con el ejército, actuando como
paño de lágrimas de los tristes o animando a los soldados con representaciones
teatrales, cantando o recitando poemas que hablaban de las glorias de la
patria, de sus héroes y otros, siendo una de las canciones que les cantaba una que
contenía las siguientes estrofas
Nunca mostréis las frentes abatidas
cuando os llame en su auxilio el patrio
suelo,
las bellas esperanzas más queridas
se hundirán, si se nubla nuestro cielo.
Nosotros curaremos las heridas
que sabréis conquistar con noble celo,
marchemos al Ideal, la Patria espera,
al peruano arrancadle la bandera!
Fue conocida como madre de la caridad del
ejército, madrecita o patti y, dicen, nunca como cantinera,
que era como popularmente eran conocidas estas mujeres que acompañaban y
servían en el ejército.
Como curiosidad, a pesar de hallarse en
lugares de peligro tanto por el fuego enemigo como por las enfermedades, el
único problema que tuvo durante todo ese tiempo fue la herida de bala que
recibió y de la que se recuperó perfectamente.
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Doña
Filomena Valenzuela estaba casada con el que en el momento de formarse el
batallón era el director de la recién creada banda de música, Francisco Fraga
Vallejos
Consecuencia
de un aneurisma cerebral, falleció el veintiocho de octubre de 1924, siendo
enterrada a las cinco de la tarde del día siguiente, en el mausoleo de la
Sociedad de Veteranos de 1879, nicho número 33 del Cementerio Nº 1 de Iquique.
Filomena conservaba en una urna despojos de
los soldados chilenos muertos en la Batalla de Tarapacá y Tacna y antes de
morir pidió dos cosas:
-
que se la amortajara con la bandera de Chile, pero de manera que la estrella
cayera sobre su boca y
-
que los restos de los soldados antes mencionados, fueran diseminados alrededor
de su cuerpo en el ataúd en que se la sepultara.
Dieciocho años después, el doce de marzo de
1942, se exhumó su cadáver y la urna se trasladó desde el Cementerio Nº 1 al
cuartel del regimiento de infantería Carampangue, Nº 5, en donde se
erigió una capilla ardiente en la que fue velada.
En la exhumación sus restos fueron sacados
del ataúd original, siendo depositados en una urna de cobre que fue enviada
desde Antofagasta en exclusiva para este acto y esta mujer, realizada en
Chiquimata y realizada por la compañía Chile Exploration. Dicha urna
tenía la forma de un cofre con cuatro pequeñas patas y dos aldabones, uno a
cada lado; sobre la tapa había soldada una plancha, también de cobre, con la
siguiente leyenda:
Sub Teniente Cantinera Filomena Valenzuela
Goyenechea
y
bajo esa plancha lleva una pequeña cruz sobrepuesta, hecha también de cobre.
Al día siguiente fue embarcada en el Longitudinal
con destino a Antofagasta, ciudad desde la cual sus restos -junto con los de
los demás miembros del Atacama que estaban sepultados en los cementerios
de Antofagasta y Calama- fueron llevados a Copiapó, donde recibieron la
definitiva sepultura en un mausoleo que se edificó para el caso en dicha
localidad.
Soldado Español
Málaga - 2024
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