30/06/19

BRIGADIER JUAN MANUEL DE URBINA Y ZÁRATE. 1ª PARTE.

    Que los vascos han dado a España excelentes personas no hay para que decirlo y justo es destacar a aquellos que han sobresalido de entre ellos por sus acciones en cualquier campo y como este es un libro en el cual traemos a la memoria a aquellos militares que sirvieron a España pero que debido al inexorable paso del tiempo han sido olvidados, hemos pensado que es un buen momento para hablar del Brigadier Don Juan Manuel de Urbina y Zárate, vitoriano de pro y español insigne.



    Vino al mundo Don Juan Manuel en la ciudad de Vitoria, el veinticinco de Junio de 1715, siendo sus padres Don Bartolomé José Ortiz de Urbina y Doña Brígida Ortiz de Zárate, marqueses de la Alameda. Fueron sus abuelos paternos Don Cristóbal Ortiz de Urbina y Doña Magdalena Ruiz de Zurbano, vitorianos. Fueron sus  abuelos maternos Don Esteban de Ortiz de Zárate y Doña Gregoria González de Junquitu, naturales y vecinos de Vitoria.

      Bien, las primeras noticias que tenemos de nuestro hombre nos lo sitúan en el quince de Noviembre de 1731, cuando empieza a servir al Rey en clase de Cadete, pasando a formar parte de la Compañía que mandaba D. Gaspar de la Torre, del Regimiento de Guardias de Infantería Españolas, permaneciendo en esa clase hasta al menos el veinte de Septiembre de 1734, siendo entonces su destino en la Compañía que mandaba el Capitán D. Juan Junco, habiendo pasado durante este periodo de tiempo por diferentes situaciones de guerra, habiendo demostrado con suficiencia su capacidad para distinguirse con gran valor, su amor y celo en el servicio del Rey y haber manifestado una adecuada conducta en todo cuanto sus Oficiales le mandaban y todo ello con gran satisfacción por parte de sus superiores.

   Pero para hacer honor a los servicios prestados en esta etapa de su juventud a España y al Rey, procederemos a detallar las acciones en las que se halló, que fueron varias, dando así, de camino, un repaso a algunos de los hechos de armas españoles del siglo XVIII.

   No sabemos a que ciudad fue destinado nuestro hombre a realizar sus primeras instrucciones y aprender los rudimentos del arte militar, ni donde juró las banderas, pero lo que si sabemos es que la primera acción de guerra en la que se halló y que supuso su bautismo de fuego, fue la reconquista y restauración a España de la plaza de Orán.

Su hoja de servicios (anverso) Archivo de Simancas
   Decidida España a recuperar aquella plaza en del norte de África y asegurarse la tranquilidad en aquella zona mediterránea, se mandó una expedición militar al mando de Don José Carrillo de Albornoz, conde de Montemayor, y de Don Francisco Javier Cornejo, dando comienzo a partir de este momento a la aventura militar de nuestro hombre en los campos de batalla y que le mantendrán en ellos hasta mediados de1746.

Su hoja de servicios (reverso) Archivo de Simancas
   Partió el quince de Junio de 1732 la Escuadra española del puerto de Alicante con los batallones elegidos al efecto, entre ellos las Reales Guardias de Infantería Española, entre cuyos efectivos se encontraba D. Juan Manuel de Urbina, teniendo que hacer frente a recios vientos que le dificultaron el avance, aunque ello no fue óbice para que al final se llegase a la zona elegida para el desembarco, en el paraje llamado de Las Aguadas, internándose acto seguido en el país la vanguardia del Ejército, la cual iba mandada por el marqués de Santa Cruz, quienes tras algunas escaramuzas con los moros y breve asedio se hicieron dueños del castillo de Mazalquivir, donde se colocó una batería Artillera.

   Cuando llegó el resto del Ejército a la plaza, la noticia había corrido como la pólvora y llegaron a los españoles nuevas que decían que el enemigo, al perder su principal puerto, había abandonado la plaza de Orán, y aunque dieron cierto crédito a esas noticias recelaron de que se tratarse de una trampa, por lo cual se enviaron algunas Compañías en descubierta, que tras investigar volvieron confirmando la noticia.

   Así, tras este hecho, procede el Ejército a avanzar hacia Orán, posesionándose de la plaza y puntos cercanos sin problemas, a la vez que la Regencia de Argel, espantada ante la idea de una invasión general del país por parte de los españoles huye,  y aunque los nuestros barajaron la posibilidad no procedieron a ello, pues no eran esas las órdenes que había, de modo que el Ejército embarca y vuelve a la Península dejando una fuerte guarnición en la zona al mando del marqués de Santa Cruz.

Certificado de haber participado en la función de Camposanto. Archivo Nacional Vasco
   Los moros aprovecharon la ida de los españoles para tratar de recuperar las plazas perdidas, asediándolas, poniendo en situación apurada a las guarniciones, ante lo cual se mandaron avisos a España en demanda de refuerzos, a la vez que se trataba de impedir la acometida mora llegando al extremo de tener que realizar una vigorosa salida por parte del marqués con sus hombres, que consiguió desbaratar la ofensiva mora. Pero el demasiado ardor puesto en la acometida provoca que se rompa la formación dando pie a que los moros se revuelvan y cerquen por todos lados a los nuestros, creando una situación bastante comprometida para las armas españolas, lo cual quedó conjurado al aparecer los refuerzos demandados, lo que aprovechó el marqués para rehacerse, reunir a los fugitivos y cercados y ya todos juntos rechazar al enemigo, pero con la mala fortuna de que es herido y muerto en el campo de combate.

   Tras estos sucesos, se pacificó la zona, se dejaron bien guarnecidos los puntos más importantes y los demás regresaron a España.

   El estallido en 1733 de la Guerra de Sucesión polaca dio lugar a que Europa se enfrentase nuevamente, pues Austria y Rusia apoyaron la candidatura de Augusto de Sajonia, mientras que Francia prestó su apoyo a la de Estanislao Leszcynski, que era suegro de Luis XV de Francia. Dicha situación obligó al país galo a firmar una alianza anti imperial con España, que se materializó con el Tratado del Escorial o Primer Pacto de Familia, firmado el 7 de Noviembre de 1733, entrando así España en la guerra.

   Así pues, con esta nueva situación se decide que el Regimiento de Don Juan Manuel de Urbina se traslade junto al resto del ejército al Reino de Nápoles, para defender los intereses hispano-franceses sobre aquel reino y mantener de paso la influencia política española en el escenario internacional, debiendo España enfrentarse a los austriacos que querían imponer su hegemonía  y cuyos ejércitos en Italia se hallaban al mando del príncipe de Belmonte, el cual, contando con seis mil infantes y dos mil de a caballo, partió de Bari llegando a la plaza de Bitonto, pues habían llegado noticias de que llegaban los españoles a esa ciudad.

   De modo que al llegar a la zona, dispuso Belmonte a su caballería en la campiña cercana a la plaza de Bitonto y a parte de la infantería más veterana en el camino de San Martín, el que suponía traerían los nuestros para llegar a la plaza, pero al enterarse nuestros hombres de ello, variaron de inmediato el rumbo, y marchando por lugares menos cómodos consiguieron llegar a la vista del enemigo la tarde del día veintitrés de Mayo de 1734, y percatándose el conde de Montemayor, General de las tropas españolas,  que los imperiales habían elegido el mejor sitio, decidió en consejo de guerra con su Estado Mayor, dejar el encuentro bélico para el siguiente día, pasando la noche en estado de alerta.

   Se preparó Don Juan Manuel junto con sus compañeros para el combate que daría comienzo la mañana siguiente, veinticuatro de Mayo,  y a primeras horas empezaron a situarse nuestras tropas, en siete columnas, cuatro de caballería y tres de infantería, disponiéndose de la siguiente manera:

   - la derecha la ocuparon el Teniente General duque de Veragua y el Mariscal de Campo Don Reinaldo MacDonald, con siete compañías de Granaderos, tres batallones de Guardias Españolas y uno de Suizos,

   - el centro lo ocupó el Teniente General marqués de Bers  con el mismo número de Granaderos y los dos cuerpos de Lombardos y de la Corona,

   - la izquierda, ocupada por el conde de Maceda y el Mariscal de Campo Don Juan Bautista Gages, constaba de ocho Compañías de Granaderos, tres Batallones de Guardias Valonas y el segundo de Suizos,

   -la Caballería se hallaba mandada la primera columna por el Teniente General marqués de Pozo Blanco y el Mariscal conde de Sicilia, y constaba de la Brigada de Carabineros Reales,

   - la segunda columna, mandada por el Teniente General marqués de Mina y el Mariscal marqués de Castelar, se componía de cuatro Escuadrones de los Regimientos de Pavía y Francia, cuatro de Granaderos a caballo y la de Granaderos Reales,

   - la tercera la mandaban el Teniente General duque de Castropiñano y el Mariscal Don José Grimao, con elementos de los Regimientos de Milán, Flandes Andalucía,

- por último, la cuarta estaba al mando del Teniente General marqués de Chatearefort y el Mariscal marqués de Bay, con los Regimientos de Borbón, Extremadura y Malta.

   Bien, como el conde de Montemayor había observado que la mayor parte de la fuerza enemiga estaba situada en la derecha, ordenó reforzar la izquierda nuestra con los Carabineros Reales, extendiendo la línea y procediendo a avanzar desalojando los puestos enemigos, de suerte que uno que atacó el conde de Maceda produjo una desbandada de los imperiales creando gran confusión, lo que se tradujo en que atacara fuertemente, avanzase más y ocupase posiciones, seguido a continuación y por orden de Montemayor de las demás tropas, poniendo en fuga a los austriacos y sus aliados.

   Los Regimientos de caballería de Dragones de Francia y de Pavía realizaron exitosos ataques, mientras que el resto de la caballería persiguió al enemigo hasta las inmediaciones de Bari, alcanzando el Regimiento de Carabineros la retaguardia enemiga a muy pocos kilómetros de esa plaza, causándole graves daños entre la tropa y la oficialidad, llegando nuestros hombres hasta las mismas murallas de la ciudad.


Escudo Regimiento Dragones de la Reina (Clonard)

   Mientras, el General Rodoselli, Mariscal de Campo imperial, se había retirado a la plaza de Bitonto, procediendo a su defensa junto con la guarnición que allí había, pero a pesar de los esfuerzos que realizaron los sitiados por superar el trance, acabaron por capitular y tras rendirse entregaron a las puertas de la ciudad las armas y banderas y se tomaron por nuestra parte gran número de prisioneros, a quienes Montemayor ofreció servir bajo las banderas del Rey de España, haciéndolo alrededor de tres mil quinientos de ellos. Se dejó una fuerte guarnición en la plaza.

   De los nuestros se contabilizaron entre muertos y heridos unos trescientos. En palabras de Clonard, la batalla se resume así:

    ”…Al fin se encontraron en los campos de Bitonto (24 de Mayo), donde se dio aquella famosa batalla, casi sin egemplo y sin copia alguna en los fastos militares del mundo, y en la que todo el ejército enemigo quedó muerto o prisionero. El regimiento de Lombardía…recibió…la misión de custodiar a cuatro mil austriacos desde Bitonto a Nápoles.”

   El siguiente día veintiséis, marchó Don Juan Manuel de Urbina, nuestro hombre, junto con el resto del Ejército a la plaza de Bari, la cual también terminó capitulando y donde se hicieron numerosos prisioneros, entre ellos ni más ni menos que el príncipe de Belmonte -el General imperial-, al Teniente General príncipe Strumbali, a los Generales Vignales y Rodoschi y otros Jefes y Oficiales, junto con quince banderas y veinticuatro estandartes, todo su campamento, municiones y veintitrés cañones.

   Tras estos acontecimientos, embarcó junto a su Regimiento con destino a la isla de Sicilia, donde participó en el sitio y toma de Castello Amare, en la zona de Palermo.

   No terminaron aquí, ni mucho menos, las situaciones de guerra en las que se halló Don Juan Manuel de Urbina tras estos hechos de armas, no, sino que alerta como estaban las tropas españolas ante las evoluciones de los enemigos, ocurrió entonces que el Infante Don Carlos de Borbón salió de Parma y reunió un ejército de españoles con el que se dirigió al Reino de Nápoles, donde sus habitantes sentían aversión por los austriacos y querencia por los españoles, lo que los predispuso a favor de estos, cosa que aprovechó el de Borbón para hacer concesiones y promesas que animaran a los habitantes del reino a contribuir a los gastos militares.

   Con esta coyuntura a su favor, consiguió hacerse poco a poco con el control de las plazas que ocupaban  los imperiales, manteniendo estos ya únicamente en la región las plazas de Capua y Gaeta. Eran mandadas las tropas austriacas por los Generales Carafa y Traun.
   En esto que llegó una escuadra española mandada por el conde de Clavijo con ocho mil hombres, que ocuparon las islas de Ischia y Prócide y con estos efectivos pudo el conde de Montemar -que operaba en sintonía con el Infante de Borbón- proceder a completar la invasión del territorio objeto de los intereses españoles, retirándose los austriacos a las dos plazas últimas citadas, y terminar con el cerco y asedio que soportaban y que duraba ya casi cuatro meses, acabando por ser capturada Gaeta el seis de Agosto de ese año de 1734.

   Muy satisfecho debían estar los superiores de Don Juan Manuel de Urbina con sus acciones, celo y aplicación en el servicio, que debieron irle ascendiendo en el escalafón militar y, así, lo vemos recibiendo su patente de Capitán y siéndole conferido el mando de un Escuadrón del Regimiento de Dragones de la Reina,  empleo concedido por Real orden de dieciséis de Abril de 1735. Si nos fijamos, se le destina a un arma diferente, pues ahora pasa a prestar sus servicios en la Caballería, quizás por petición propia.


CONTINÚA

Soldado Español
Málaga - 2019

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