02/07/19

BRIGADIER JUAN MANUEL DE URBINA Y ZÁRATE. 3ª PARTE.

   Al año siguiente de 1746, se reúnen los ejércitos españoles en la ribera del Tánaro con el objeto de impresionar a los austriacos, pero la crecida del río lo impidió, y aunque el marqués de Castelar intentó amilanarlos, no lo pudo hacer, emprendiendo un movimiento de retirada laborioso, intentando hacer creer a los imperiales que se dirigía sobre Parma, pero no lo pudo conseguir y se vio en la situación de entablar combate en las faldas de los montes parmesanos, pero como la posición del español era aventurada y no contaba con el apoyo de las tropas del infante Don Felipe, decide desplazarse hasta Porto Specie, en la región de Génova, y tras azarosos movimientos consigue unirse a las tropas del infante en Plasencia.



   Pero las cosas, que tan bien iban, se torcieron, pues el rey de Francia, cansado por un lado del excesivo coste que estaba suponiendo tan prolongada campaña y temeroso del fortalecimiento de los españoles en Italia, hizo caso a la proposición de paz que le formuló el rey de Cerdeña, firmando con este un armisticio. Esto, evidentemente, perjudicaba los intereses españoles, a lo que había que sumar el peligro que suponían los treinta mil soldados veteranos que la emperatriz María Teresa hizo llegar a la región del Po desde la del Vístula.

Nombramiento de Teniente de Rey de Pamplona (anverso) Archivo Nacional Vasco
   Como se comprenderá, todos estos sucesos provocaron un giro en el estado de la situación, pues por un lado el rey de Cerdeña a tacó a los franceses -con quienes había pactado-, dejando a los españoles sin ese apoyo auxiliar, quedando diseminados por el territorio conquistado, no teniendo más remedio que concentrarse el ejército, lo que hizo a orillas del Tánaro, pero como las tropas imperiales entraron por el Milanesado, pensó Gages en la adversidad de verse atrapado entre dos fuegos, de modo que se retiró de Milán y demás ciudades conquistadas.

   A esto, había que un problema más, y era que ocho mil hombres al mando del marqués de Castelar habían quedado abandonados en la zona de Parma y que había que ayudar, de modo que el conde de Gages, gran estratega, vio la zona de Plasencia como lugar ideal para enlazar con las tropas de Castelar y, de camino, recoger lo que quedaba de las tropas francesas al mando del Mariscal Maillebois.

   Al fin, se reúnen con las del conde de Gages las tropas mandadas por Castelar y por Maillebois en Plasencia, decidiéndose en consejo de guerra esperar allí al enemigo y hacerle frente en batalla para desgastarlo, opción muy atrevida y con grandes riesgos, batalla imprudente pero necesaria en palabras de Clonard.

   Bien, el heroísmo español se vio superado en la batalla de Plasencia del dieciséis de Junio, en la cual fallecieron no menos de siete mil soldados españoles, salvándose de milagro Don Juan Manuel de Urbina, quien todavía participaría en un combate más, el sostenido el día diez de Agosto de ese año de 1746, en la sangrienta batalla del paso de Tidone, cuando con su Regimiento desbarata y vence al imperial Regimiento Dragones de Saboya, cogiéndosele un estandarte.

Nobramiento de Teniente de Rey de Pamplona (reverso) Archivo Nacional Vasco
   Estos sucesos y la muerte de Felipe V el nueve de Julio de1746 cambian radicalmente la situación para España, pues Fernando VI, el nuevo rey, comprende que la guerra en Italia ya no va a reportar intereses a España, sino perjuicios y que el beneficiado de la presencia hispana iba a ser su hermano Carlos, de modo que decide retirarse, lo cual queda materializado tras la firma el dieciocho de Octubre de1748 de la Paz de Aquisgrán, por la cual Don Carlos de Borbón se queda con Nápoles, Don Felipe de Borbón con Parma, Plasencia y Guastella y España se libera de un conflicto que ya nada bueno le iba a reportar.

   Tras los últimos combates, regresa a España Don Juan Manuel de Urbina, pasando a Pamplona a ocupar la plaza de Teniente de Rey, cargo que obtuvo el cuatro de Enero de 1747 y de cuyo desempeño solo tenemos noticia de un par de incidentes, que son:

   1- por una noticia que se tuvo, mandó el doce de Julio de 1759 detener y encarcelar a un ciudadano aragonés-Don José Ibáñez y Gafia- que se hospedaba en uno de los mesones de la ciudad de Pamplona y aunque revocó la orden esa misma noche, volvió a darle efecto al día siguiente manteniéndosele preso en el castillo de la Ciudadela hasta el siguiente día quince, y como el procedimiento había sido contrario a las leyes vigentes se solicitó para el señor Ibáñez reparación ajustada a derecho, lo que así se hizo.

   2- siendo Teniente de Rey de la plaza de Pamplona obtuvo también el cargo de Gobernador interino de dicha plaza. Consecuencia de esto disputó en 1773 con el Comandante de la Ciudadela sobre que el mando supremo de dicha Ciudadela recaía sobre el y no en su Comandante, el cual era su subordinado, pero la cosa no llegó a más, primero por un Real Decreto de veintinueve de Mayo de 1774 que dejaba las cosas claras a favor de Don Juan Manuel de Urbina y segundo, porque este falleció en ese año de 1774.

   Como no podía ser de otra manera, tras tantos años de permanente estado de guerra, llega el momento de pensar en asentarse y en fundar una familia, conociendo en Pamplona a la que sería su mujer y madre de sus hijos, la bella señorita Doña Ana María Gaytán de Ayala Larzanguren, hija de los marqueses de Aravaca y Tola, natural de la villa de Salvatierra, en Álava, recibiendo la autorización real para contraer matrimonio el seis de Mayo de 1749. Con Ana María tuvo varios hijos, de los cuales sabemos que su hijo Ramón era Teniente en Noviembre de 1773.

   Ya su vida discurre plácidamente entre su trabajo como Teniente de Rey y Gobernador interino de Pamplona y su familia, sus amigos y sus aficiones, entre las que a buen seguro se hallaba la caza como buen militar que era y curtido en cien batallas, hasta que el veintidós de Julio de 1760 le llega despacho oficial por el que Su Majestad le honra con el empleo de Brigadier de los Reales Ejércitos, pero al transcurrir el tiempo y ver como otros brigadieres con menos años de servicio y menos batallas a sus espaldas obtienen el empleo de Mariscal de Campo, y sintiéndose por ello discriminado, no puede callar y en 1763 envía al Rey un memorial exponiéndole su caso y los méritos por los que se cree merecedor de obtener ese empleo de Mariscal de Campo. 

   Pero ¡ay!, no obtiene la respuesta deseada y ya, en el desempeño de su cargo y en la dedicación a su familia, entrega este buen vasco su alma al Señor el veintiséis de Marzo de 1774, en la ciudad de Pamplona, tras cuarenta y tres años de servicio abnegado y profesional a España y al Rey.

Soldado Español
Málaga - 2019

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