21/03/19

CORONEL JUAN BAUTISTA DE ANZA BECERRA. 2ª PARTE.

   El dos de mayo el año de  1772, se dirigió al Virrey Bucarelli planteándole lo interesante que resultaría, con vistas a practicar una mejor vía de comunicación, abrir un camino por tierra de la provincia de Sonora hasta la Alta California, obrando de acuerdo con el misionero franciscano Fray Francisco Garcés, y en la idea  de poner en práctica las que su padre le había expuesto sobre el asunto antes de morir a manos de los apaches.

   No obteniendo respuesta, insistió, elevando dos instancias, una el veintidós de enero y otra el siete de marzo del año siguiente, obteniendo, por fin, la autorización el diecisiete de septiembre siguiente.

   Dicha expedición a su mando la integraron los misioneros Fray Francisco Garcés y Fray Juan Díaz, veinte soldados voluntario pertenecientes a los presidios, otro más enviado desde Ciudad de México como práctico en caminos y buen conocedor de la región de la California, un indio natural de la península californiana, llamado Santiago Tarrabal, que les serviría de guía, otro más como intérprete, un tercero con plaza de carpintero, cinco arrieros y dos criados.

   Además, llevaban treinta y cinco mulas cargadas con toda clase de víveres, abundantes municiones de guerra, los equipajes del personal, tabaco y “otros utensilios necesarios para terrenos ignorados” y sesenta y cinco reses.

   Partieron del presidio de San Ignacio de Tubac el ocho de enero de 1774, atravesando sin contratiempos el Valle de la Muerte y tras un recorrido de ciento veinticinco leguas llegaron al río Colorado, donde entablaron relaciones de amistad con una tribu de yumas ya conocida por el Padre Garcés, los cales prestaron adhesión y vasallaje al rey de España.  

   Los expedicionarios alcanzaron la costa pacífica en la Alta California el quince de marzo en un punto llamado San Carlos, situado a doscientas veintisiete leguas del presidio de Tubac. El siguiente veintitrés llegaron a la misión de San Gabriel, en la que trabajaban cuatro franciscanos del colegio de San Fernando de México, los cuales se quedaron maravillados de tan pequeña gente y suministros se hubiera podido llevar a cabo el viaje desde territorio sonorense, no habiendo tenido ellos, además, ninguna noticia de dicha expedición. Como anécdota, señalar que se tañeron las campanas de la misión y se cantó un Te Deum en acción de gracias.

   Tras la llegada, ordenó el Capitán Anza se repusiesen los suministros gastados, para lo cual mandó fuesen cinco mulas a la vecina misión de San Diego para adquirirlas. Así mismo recabó toda clase de información útil sobre el país.

   Una vez repuestas las personas y viendo que los suministros adquiridos no eran los suficientes para todos, el primero de abril ordenó que la mayoría de los expedicionarios partieran hasta el río Colorado, donde esperarían al resto, Anza entre ellos. Simultáneamente, envió un correo extraordinario al presidio de Altar con pliegos para el Virrey,  en los que le comunicaba su llegada a California, y el siguiente día seis continuó rumbo al norte, acompañado tan solo por seis soldados, con los cuales alcanzó el presidio de San Carlos de Monterrey el día dieciocho, donde los recibieron con las mismas muestras de sorpresa y alegría que en la misión de San Gabriel. Cuatro días de descanso fueron suficientes para recuperarse y cuatro días después ordenó el retorno.

   Llegó a San Gabriel el primero de Mayo, reanudando la marcha el siguiente día tres, en unión del padre Díaz, quien se había quedado a esperarlo, y tras unos días de marcha alcanzó el campamento  que los que habían partido anteriormente habían montado junto al río Colorado, iniciando todos juntos el retornó a Tubac, a donde llegaron el siguiente día veintisiete, después de haber hecho un recorrido de casi seiscientas leguas  594 leguas en cuatro meses y diecisiete días.

   Esta hazaña se le premió concediéndole el empleo de Teniente Coronel graduado el cuatro de octubre de ese año de 1774. 

   Poco tiempo después se dirigió a Ciudad de México con el objeto de gestionar el pago de los gastos de la expedición californiana, los cuales habían corrido por su cuenta, dado que las letras que había girad desde Sonora no le habían sido pagadas.

   El trece de noviembre entregó en mano al Virrey Bucarelli el Diario de la expedición, regresando a su puesto con la autorización para organizar y dirigir una segunda expedición, la cual debería ir acompañada de colonos para el puerto de San Francisco.

   Partió de la villa de Culiacán el veinticinco de mayo de 1775, donde comenzó a reclutar a los colonos voluntarios, continuando su marcha para el Fuerte, Álamos, Buenavista, El Pitic, Ures, Horcasitas y San Ignacio de Tubac, consiguiendo reclutar un total de ciento noventa y un colonos. Los demás hasta completar las doscientas cuarenta individuos de la expedición eran soldados, misioneros, arrieros y criados, más todas las mulas de carga y reses. Se sabe que también estuvo en Sinaloa y en El Fuerte y que tras un mes recorriendo los puntos anteriormente ciados logró reclutar dieciocho hombres, los que con sus mujeres e hijos contabilizaron un contingente de 170 personas, a los que añadir os ya señalados misioneros, criados y arrieros.

   Dio comienzo la expedición desde el último punta antes señalado el día veintiuno de octubre y lograron llegar el uno de junio de 1776 a San Francisco por el mismo camino que había abierto con anterioridad, dejó establecidos a los colonos y retornó a su punto de partida. En esta expedición fundó, en la bahía de San Francisco, la colonia de Hierbabuena.

   Una de las consecuencias de estas expediciones fue que estableció relaciones de amistad con el cacique de una de las tribus yuma, llamado por los españoles Salvador Palma, al cual, al regreso de su segunda expedición le llevó junto a otros dos caciques  yumas más a Ciudad de México, a presencia del Virrey, donde volvieron a ratificar su vasallaje y sumisión al Rey de España y a demandar más misioneros para que evangelizaran a las respectivas tribus.


   Dichos caciques recibieron el bautismo en la Iglesia Metropolitana el trece de febrero de 1777, tras lo cual regresaron a sus patrias por el camino de Durango, en cuya catedral recibieron el sacramento de la Confirmación, actuando como padrinos el Gobernador Don Felipe de Barry y dos canónigos de aquel Cabildo. 


   De Ciudad de México regresó D. Juan Bautista de Anza con el nombramiento de Comandante de Armas en la Provincia de Sonora, expedido por el Brigadier D. Teodoro de Croix, Comandante General de las Provincias Internas, arribando al presidio de San Miguel de Horcasitas el veintidós de mayo de 1777.

   Hacer notar que durante muchos años las incursiones guerreras de los indios seris había causado muy importantes problemas a los colonos y a las escasas tropas españolas y que la necesidad de atender a estos ataques tuvo como consecuencia que en cuatro ocasiones se tuviesen que aplazar las campañas contra los apaches. Una de los ataques de los seris se produjo en el año de 1777, en la que se temió que se aliasen con los indios de la Piería Alta, recomendando Anza que se tomasen cuantas medidas fuesen necesarias para evitar dicha alianza.

   Entre sus funciones en la gobernación a su cargo, estaba el velar por la seguridad de los indios, defendiéndolos frente a los abusos de los colonos y militares: A este respecto tenemos constancia de una carta que Anza envió el treinta de junio de 1777 a D. Teodoro de Croix en la cual daba parte de las quejas que el jefe de la nación ópata, al que los españoles llamaban Juan Manuel Varela, acerca de los abusos que se cometían contra ellos tanto en las misiones como por parte de los capitanes y justicias. El Sr. de Croix le respondió que se tomarían las medidas oportunas, remitiéndose agosto de 1777 un oficio al provincial de la provincia de Santiago de Jalisco en el que se ordenaba no se cometiera vejación alguna contra los individuos ópatas que sirviesen en el ámbito de las misiones.

   Así mismo, se le concedió a este jefe ópata el título de gobernador político el veintinueve de diciembre de ese mismo año.

   Recibió la comisión de la dirección de la construcción del edificio destinado a la Compañía de Jesús de Tucson, recibiendo dos meses después su despacho como Gobernador de la Provincia de Nuevo México, aunque no tomó posesión de la misma hasta diciembre siguiente. 


CONTINÚA

Soldado Español
Málaga - 2019

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